Bill Gates, Rockefeller y los gigantes de la biogenética saben algo que ignoramos Por: F. William Engdahl en: 12.12.2007 [08:42 ] (42 lecturas) (9114 bytes) [nc] “Cámara fuerte de semillas” en el Ártico Bill Gates, Rockefeller y los gigantes de la biogenética saben algo que ignoramos F. William Engdahl Global Research Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens Al fundador de Microsoft, Bill Gates, se le puede acusar de todo, pero no de ser haragán. Comenzó a programar a los 14, fundó Microsoft a los 20, mientras todavía estudiaba en Harvard. En 1995 Forbes lo catalogó como el hombre más rico del mundo por ser el mayor accionista de su Microsoft, una compañía que su ímpetu incansable convirtió en un monopolio de facto de sistemas de software para ordenadores personales. En 2006, cuando la mayoría de las personas en una situación semejante podrían pensar en retirarse a una tranquila isla en el Pacífico, Bill Gates decidió dedicar sus energías a su Fundación Bill y Melinda Gates, la mayor fundación privada ‘transparente’ del mundo, como dice, con una dotación impresionante de 34.600 millones de dólares, y la necesidad legal de gastar 1.500 millones de dólares al año en proyectos benéficos en todo el mundo para mantener su condición benéfica libre de impuestos. En 2006, un regalo de unos 30.000 millones de dólares en acciones de Berkshire Hathaway de su amigo y asociado empresarial, el mega inversionista, Warren Buffett, colocó a la fundación de Gates en la liga en la que gasta casi el monto total del presupuesto anual de la Organización Mundial de la Salud de Naciones Unidas. Así que cuando Bill Gates decide gastar, a través de la Fundación Gates, unos 30 millones de dólares de su bien ganado dinero en un proyecto, vale la pena considerarlo. Ninguna empresa es más interesante en la actualidad que un curioso proyecto en uno de los sitios más remotos del mundo, Svalbard. Bill Gates invierte millones en un banco de semillas en el Mar de Barents cerca del Océano Ártico, a unos 1.100 kilómetros del Polo Norte. Svalbard es un árido trozo de roca reivindicado por Noruega y cedido en 1925 por un tratado internacional. En esa isla dejada de la mano de Dios, Bill Gates invierte decenas de sus millones junto con la Fundación Rockefeller, Monsanto Corporation, Syngenta Foundation y el gobierno de Noruega, entre otros, en lo que llaman ‘el banco semillero del día del juicio final.’ Oficialmente, el proyecto se llama la Cámara Semillera Global Svalbard en la isla noruega de Spitsbergen, parte del grupo de islas Svalbard. La cámara de semillas del día del juicio final El banco de semillas es construido dentro de una montaña en la isla Spitsbergen cerca de la pequeña aldea Longyearbyen. Está casi listo para entrar en acción, según sus comunicados de prensa. El banco tendrá puertas dobles a prueba de explosiones con sensores de movimiento, dos esclusas de aire, y paredes de hormigón reforzado con acero, de un metro de grosor. Contendrá hasta tres millones de variedades diferentes de semillas de todo el mundo, ‘para que la diversidad de cultivos pueda ser conservada para el futuro,’ según el gobierno noruego. Las semillas serán especialmente envueltas para excluir la humedad. No habrá personal a tiempo completo, la relativa inaccesibilidad de la bóveda facilitará el control de toda actividad humana posible. ¿Pasamos algo por alto? Su comunicado de prensa declaró: ‘para que la diversidad de cultivos pueda ser conservada para el futuro’. ¿Qué futuro prevén los patrocinadores del banco de semillas, que amenazaría la disponibilidad global de las actuales semillas, casi todas las cuales ya están bien protegidas por bancos de semillas en todo el mundo? Toda vez que Bill Gates, la Fundación Rockefeller, Monsanto y Syngenta se juntan en un proyecto común, vale la pena escarbar un poco más profundo, más allá de las rocas en Spitsbergen. Y encontramos algunas cosas fascinantes. El primer punto notable es quien auspicia la bóveda de semillas del día del juicio final. A los noruegos se suman, como hemos señalado, la Fundación Bill & Melinda Gates, el gigante estadounidense del agronegocio DuPont/Pioneer Hi-Bred, uno de los mayores dueños del mundo de semillas de plantas patentadas genéticamente modificadas (OGM) y agroquímicos relacionados; Syngenta, la importante compañía de semillas y agroquímicos basada en Suiza, a través de su Fundación Syngenta; la Fundación Rockefeller, el gripo privado que creó la “revolución genética” con más de 100 millones de dólares de capital semilla desde los años setenta; CGIAR, la red global creada por la Fundación Rockefeller para promover su ideal de pureza genética mediante el cambio agrícola. CGIAR y ‘El Proyecto’ Como lo detallé en el libro “ Seeds of Destruction” Semillas de destrucción (1), en 1960, la Fundación Rockefeller, el Consejo de Desarrollo de la Agricultura de John D. Rockefeller III y la Fundación Ford unieron fuerzas para crear el Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI) en Los Baños, en las Filipinas. En 1971, el IRRI de la Fundación Rockefeller, junto con su Centro Internacional de Mejora del Maíz y del Trigo basado en México, y otros dos centros internacionales de investigación creados por Rockefeller y la Fundaciòn Ford, la IITA para la agricultura tropical, en Nigeria, y el IRRI para el arroz, en las Filipinas, se combinaron para formar un Grupo Consultivo global sobre la Investigación Internacional de la Agricultura (CGIAR). CGIAR fue formado en una serie de conferencias privadas realizadas en el centro de conferencias de la Fundación Rockefeller en Bellagio, Italia. Los principales participantes en las conversaciones de Bellagio fueron George Harrar de la Fundación Rockefeller, Forrest Hill de la Fundación Ford, Robert McNamara del Banco Mundial y Maurice Strong, el organizador medioambiental internacional de la familia Rockefeller quien, como fideicomisario de la Fundación Rockefeller, organizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo en 1972. Formó parte del enfoque durante decenios de la fundación por convertir a la ciencia al servicio de la eugenesia, una versión execrable de la pureza racial, que ha sido llamada ‘El Proyecto.’ Para asegurar el máximo impacto, el CGIAR incorporó a la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO), el Programa de Desarrollo de la ONU y el Banco Mundial. Por lo tanto, a través de un apalancamiento cuidadosamente planificado de sus fondos iniciales, la Fundación Rockefeller estuvo en condiciones a comienzos de los años setenta de conformar la política agrícola global. Y así lo hizo. Financiado por generosas becas de estudio de Rockefeller y de la Fundación Ford, CGIAR aseguró que destacados científicos agrícolas y agrónomos del Tercer Mundo fueran llevados a EE.UU. para ‘dominar’ los conceptos de la producción de la producción del agronegocio moderno, a fin de llevarlos de vuelta a sus patrias. Al hacerlo crearon una invaluable red de influencia para la promoción del agronegocio de EE.UU. en esos países, especialmente la promoción de la “Revolución genética” OGM en los países en desarrollo, todo en nombre de la ciencia y de la agricultura eficiente de libre mercado. ¿Ingeniería genética de una raza superior? Ahora el Banco de Semillas Svalbard se pone interesante. Pero se pone mejor. ‘El Proyecto’ al que me refería es el proyecto de la Fundación Rockefeller y de poderosos intereses financieros desde los años veinte para el uso de la eugenesia, rebautizada posteriormente como genética, para justificar la creación de una Raza Superior genéticamente modificada. Hitler y los nazis la llamaron la Raza Superior Aria. La eugenesia de Hitler fue financiada considerablemente por la misma Fundación Rockefeller que actualmente construye una cámara acorazada de semillas del día del juicio final para preservar muestras de cada semilla de nuestro planeta. Ahora la cosa se vuelve verdaderamente fascinante. La misma Fundación Rockefeller creó la disciplina pseudo-científica de la biología molecular en su inexorable búsqueda de la reducción de la vida humana a “secuencias de genes definidoras” que esperaban, podrían luego ser modificadas para cambiar a voluntad las características humanas. Los científicos eugenistas de Hitler, muchos de los cuales fueron silenciosamente llevados a EE.UU. después de la Guerra para continuar su investigación eugénica, crearon gran parte del trabajo en la que se basó la ingeniería genética de varias formas de vida, en gran parte apoyada abiertamente hasta bien avanzado el Tercer Reich por generosos subsidios de la Fundación Rockefeller. (2) La misma Fundación Rockefeller creó la así llamada Revolución Verde, después de un viaje a México en 1946 de Nelson Rockefeller y del antiguo Secretario de Agricultura del Nuevo Trato y fundador de la Pioneer Hi-Bred Seed Company, Henry Wallace. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60339 |
martes, 18 de diciembre de 2007
IMPERIALISTAS SE APODERAN DE BIOGENETICA
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